El niño terco

La terquedad no figura en la lista de los pecados capitales con que algunos educadores pretendían antaño inspirar terror a los niños, sin duda por ser ellos los más inclinados a practicarla con toda inocencia.

Los más severos moralistas no la incluyen entre el número de los vicios, ni aún de los defectos, a lo más llegan a ver en ella una mala inclinación, inclinación que no deja de ser muy desagradable y más molesta para el entorno que algunas de las más graves imperfecciones morales y que, por otra parte, es específicamente infantil.

Pero para poder hablar como conviene del niño díscolo como, por lo demás, del niño en general, es preciso primeramente desprenderse de ese vocabulario que condena antes de comprender: defecto, mala inclinación, vicio, pecado.