martes, 11 de octubre de 2011

" La Experiencia Social y el Infante"




El infante nace dotado de la capacidad de emitir conductas dirigidas hacia la persona que lo cuida. Entre estas respuestas figuran el aferrarse, las vocalizaciones, las sonrisas, el escudriñar y el seguir a la persona que lo cuida. 

Además, el adulto cuidador característicamente proporciona experiencias agradables y reduce los sufrimientos y congojas del niño. A consecuencia de esto, el infante siente apego por las personas que se encargan de él y muestra mucha receptividad a que lo tranquilice la persona que es objeto del apego.

Todos los infantes normamente dotados exhiben algunos miedos durante los primeros años de vida. Tres de los miedos más comúnes tienen como causa la presencia de adultos extraños, de niños a los que no conoce y la separación transitoria de la persona que lo cuida. La aparición de estos miedos depende en parte de la maduración de las capacidades cognoscitivas, sin exceptuar a la aptitud de generar predicciones acerca del futuro y de relacionar acontecimientos pasados y presentes. Cuando el niño ha madurado lo suficiente para interpretar las discrepancias, o para tratar con ellas, inherentes a los encuentros con personas a las que no conoce, o a los momentos de separación las ansiedades disminuiran. De tal modo los niños pasan por periodos en los que se van familiarizando con personas, acontecimientos y objetos que les permiten comprender dificultades situadas en el siguiente nivel de dificultad.

Además de ser los "blancos" del apego, los adultos proporcionan también experiencias que facilitan el desarrollo cognoscitivo y hacen las veces de modelos a los que imitan los niños. Es probable que el infante institucionalizado en un ambiente monótono e impersonal muestra de retraso cognoscitivo y afectivo, pues no reaccionan ante los seres humanos de la manera socializada caracterÍstica de los niños criados en instituciones en las que se atiende a sus necesidades de vida de relación. 

Pero los infantes de ambientes situados fuera del hogar, en los que existen adultos que interactúan con ellos, parecen desarrollarse de manera semejante a la de los niños criados en sus hogares. El niño de 2 años de edad que puede hacer sido víctima de un ambiente lleno de privaciones parece poseer una considerable capacidad de recuperación si el ambiente en que tenga que vivir despúes del primer año le proporciona al niño seguridad afectiva, libertad para explorar la variedad del mundo y una oportunidad para establecer relaciones interactivas con adultos y con otros niños.   

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